jueves, 21 de julio de 2011

Rostros nuevos - Introducción

La joven ajustó con desesperada terquedad la falda bajo la cintura. No terminaba de acostumbrarse a usar uniformes, el elegir la ropa para ir a clases era una pequeña tortura que le había gustado desde que estaba pequeña… pero, bueno, sería malagradecido de su parte quejarse. Había costado bastante que la dejaran entrar en la fulana academia, aunque aún seguía tratando de superar el haberse mudado. A pesar de que no tenía demasiados amigos que extrañar, o que no necesitara mucho a sus padres, le gustaba su antigua ciudad, donde veías verde a cada paso. Pero podría estar peor; allí tenía más oportunidades de un futuro lucrativo, pues allá, si bien era económicamente estable y productiva, no tenía ningún instituto donde dieran la rama que ella quería estudiar.

Luego de desenredarse el cabello mojado, dio media vuelta, complacida del resultado. Estaba de un relativo buen humor mientras bajaba las escaleras. Abajo, sus tíos la esperaban para desayunar, pero, como era su costumbre, no iba demasiado temprano que digamos.

―Buenos días ―saludó Emerald, untado una tostada con crema de cacahuate mientras su sobrina metía de manera apresurada una naranja en su mochila de mensajero ―, ¿vas a comer antes de irte?
―Eh, no, muchas gracias. Buenos días tío Marco ―saludó apresuradamente, antes de salir casi corriendo, aferrando unos cuadernos para que no se le cayeran al piso.
―Esa muchacha siempre va demasiado rápido… ―su tío devoraba la tostada con gesto pensativo ―, como si alguien la estuviera esperando.
Y es que Cassandra siempre se movía de una manera inquieta, a veces demasiado rápida e impulsiva, lo que la convertía en una persona un poco torpe. Nunca parecía que el tiempo le alcanzara para nada y desde que se había mudado (hacía un mes), rara vez estaba en paz o quieta en algún sitio. Exepto cuando escribía, actuaba de manera distraída.
Como si estuviera metida en otro mundo, o viendo cosas cuyos ojos no captaban.
Pero en realidad, esta vez, la estaba esperando un salón completo de gente dispuesta a observarla con escrutinio y criticar toda ella. Era la primera vez en su vida que se mudaba, pero recordando como trataban a los nuevos en su antigua escuela….No quería ni pensarlo.

―Tell me I’m a bad men, kick me like a stray, tell me I’m an angel, take is to ―grave canturreaba nerviosa, entrando al imponente edificio. Era muy bello, mucho más grande que su escuela anterior. Seguro que allí había más personas con mente abierta.
Pero, los pasillos estaban desiertos. Ó sea que ya había entrado a clases y no tenía la menor idea de donde estaba parada. Se llevó la mano a la frente en un impulso, con gesto amargo.
―Soy una idiota.

Oyó un eco en el lugar, haciéndola volver la vista. Tenía la pésima costumbre de llorar al molestarse y no quería que en su primer día de clases, la vieran llorando en un vestíbulo desierto. Ese no era, en definitivamente, un buen inicio para la semana.
Tragó saliva; hacia ella se dirigía un chico hermoso, de cabellos negros, gesto despreocupado, una hermosa sonrisa que dejaba ver unos colmillos similares a los suyos.
La estaba mirando. Sus ojos azules la atraparon como un océano en calma, al que nadie podría negarle el más placentero de los chapuzones. Sin embargo, mantuvo cara de póker para no delatarse. Aprovecharía para preguntarle donde quedaba su aula; quizá aún tenía tiempo de llegar un poco menos retardada, aunque a esas horas ya era imposible llegar sin que murmuraran en exceso.

―Etto, perdón…―llamó su atención con un gesto que consideró inocente. El seguía mirándola con esa sonrisa. Trató de ignorarlo, o si no, se le subirían los colores a la cara.
―¿Puedo ayudarte en algo?
―Sí, quisiera saber dónde queda el aula número x, soy nueva, llegué tarde y la verdad no sé dónde estoy.
―Humm, que curioso. Voy hacia allá ahora…
Sin más respuesta que esa, siguió caminando, invitándola a seguirle con un gesto. Lianna caminó callada un rato a su lado sin saber muy bien que decirle, porque, el silencio se estaba tornando algo incómodo. Tenía pinta de llegar siempre tarde.
―¿Y, cómo te llamas? ―inquiró él, haciéndole levantar la cabeza.
―Soy Cassandra―murmuró, incapaz de apartar la vista del suelo ―, ¿y tú…?
―Kian Mikker para servirte, preciosa.

Una brisa entró por el pasillo, haciendo volar el fleco de Cassandra. Kian observó con extrañeza su extraño ojo derecho, de un color diferente al otro, antes de poner la mano en el pomo

__________________


Pronto publicaré la ficha de Cassandra. (:
A ver.
Este es un fic para Karla, Kian es su personaje, así como varios que voy a ir añadiendo. Pido disculpas por la brevedad pero, como dije, es sólo una introducción.
Gracias por su atención ~